Nunca Olvidaré Mi Primer Safari

7 noviembre, 2013
Enkosi Africa

Olvidar los buenos momentos siempre es difícil, pero olvidar tu primer safari, es imposible. Sudáfrica fue el escenario de mi primera experiencia con los safaris y las sensaciones que viví fueron realmente intensas e increíbles. No hay día que no me emocione mirando nuestras fotos y vídeos.

Era febrero, verano en Sudáfrica, perfecta estación para avistamientos de animales (game viewing) momento en el que la fauna está más activa y hay interacciones por todas partes. Mi primera estancia en la sabana iba a ser en Singita Boulders Lodge. La propiedad de Singita, uno de los especialistas en conservación y safaris más exclusivos del mundo, se encuentra en el corazón de la reserva privada de Sabi Sands, famosa por la concentración de animales y frecuentes avistamientos de leopardos por donde transita libremente la fauna del parque Kruger.

sara borras safari enkosi africa singita sabi sands
En el momento que llegamos a la concesión pudimos comprobar la tan conocida hospitalidad africana. El equipo del campamento nos recibió con una cálida bienvenida con toallitas húmedas y zumos de frutas para refrescarnos y quitarnos el polvo de la piel. Mientras el director del lodge nos enseñaba las lujosas instalaciones y acompañaba a nuestro hogar durante los próximos días: un enorme lodge con elegante decoración africana contemporánea con todos los lujos y comodidades que pudiéramos imaginar, incluyendo terraza privada con piscina climatizada y vistas sobre el río.

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Nos sentamos en las tumbonas de nuestra terraza observando a los impalas, cariñosamente conocidos como el McDonald’s de la sabana entre los guías de safari por la oscura marca en forma de M que tienen en la parte trasera y por su abundancia. El río al que daba la terraza de nuestro lodge recibía frecuentes visitantes que venían a saciar su sed, desde elefantes a kudus y leones. Aquéllo era maravilloso. Miraba a Jordi y me reía ¿qué más podía pedir? Pero aún no había llegado lo mejor.

singita sabi sands boulders lodge sara borras enkosi africa (2)

A la mañana siguiente, nos despertaron a las 5h30am, la sabana nos esperaba. Hay que levantarse pronto, ya que cuando empieza el calor del día los animales se refugian en la sombra. Con el nerviosismo de la anticipación no tenía mucha hambre pero arrancamos el día con un tentempié rápido a base de té, café, zumo y deliciosos rusks (tipo de brioche seco local). En mi cabeza no paraba de rondarme la misma pregunta, ¿qué nos esperaba ahí fuera?

El Espectáculo de la Naturaleza

Recuerdo como si fuera ahora mismo lo nerviosa que me sentía. Brett y James nos esperaban en la recepción del lodge y se presentaron como nuestros guía de safari (ranger) y rastreador (tracker) respectivamente durante nuestra estancia. Me temblaban las piernas al subir al 4×4. Al arrancar el motor, Brett empezó a nombrarnos las reglas del juego. Lo principal es recordar no levantarse del vehículo o hacer movimientos que rompan el contorno del mismo, los animales están acostumbrados y toleran la forma del auto con gente sentada y por ello es mejor mantenerse en su sitio y por supuesto, no bajar nunca del 4×4 a no ser que nos den el visto bueno.

Mientras Brett conducía, James iba sentado en una silla que sobresalía del parachoques sin perderse ni un detalle. Cualquier huella, rastro o incluso excremento de animal podía ser de gran ayuda para encontrar a su propietario entre la maleza. Me parecía increíble cómo, con un sólo vistazo al horizonte, dónde nosotros solo veíamos arbustos y árboles, James podía divisar tantos animales e interpretar su localización.

Fascinante arte que al final dio sus frutos: James localizó al rey de la selva descansando a la sombra de un árbol. Nos acercamos lentamente con el todoterreno deteniéndonos a un par de metros de distancia, mientras nos miraba sin darnos ninguna importancia. En sus ojos no había ni rabia, ni miedo, sólo la tranquilidad del que vive sin depredadores.

Hora de apagar los motores y sacar las cámaras. Entre fotos y vídeos no dábamos abasto. ¡Era increíble! Incluso hubo un momento que parecía que posaba para nosotros y con un bostezo enseñando sus enormes colmillos, se estiró resignado como si supiera que aquel show iba para largo. Era precioso, con una larga y enorme melena que le daba un aspecto apuesto y bondadoso.

El Círculo de la Vida

De repente sonó la radio. Otro de los vehículos del campamento acababa de localizar un leopardo no muy lejos de dónde nos encontrábamos. Emprendimos la marcha rápidamente mientras la radio no paraba de dar coordenadas y el sitio exacto de dónde estaba. En breves momentos, nos encontramos de frente con ella, una elegante felina con mirada arrogante y un hermoso pelaje. Nos observaba sin inquietud alguna. Estuvimos bastante rato observándola y se la veía cansada. Brett nos comentó que la noche anterior la vieron cazar un impala pero con el cansancio no había podido subir la presa a la seguridad de un árbol. Tenía que estar cerca de nosotros.

Al cabo de un rato, la leopardo se alzó y dirigió directamente hacia nosotros, no nos habíamos dado cuenta pero en el arbusto que tocaba al vehículo estaba la presa escondida. Y aquí empezó el espectáculo. Con cara de agotamiento y respirando con esfuerzo empezó a estirar los restos del impala fuera del arbusto. Estaba claro que la pobre estaba agotada.

safari singita sabi sands (2)

Cuando empezábamos a sentir pena por ella, James nos indicó unos matorrales que se movían a unos 20 metros. Una enorme hiena manchada (nunca había imaginado que fueran tan grandes) se estaba acercando con decisión. La felina empezó a estirar desesperadamente de la presa, pero le costaba arrastrarla fuera del arbusto. La desesperación de la leopardo se desbordaba. Tiraba del impala pero no podía sacarlo del arbusto y la enorme hiena, despreocupadamente, empezó a masticar el desayuno del día. La leopardo se alejaba tristemente del arbusto mientras que, a unos palmos de nosotros podíamos ver y escuchar el ruido de huesos crujir cada vez que la hiena hincaba un mordisco. Me estremecía el pensar que semejante animal pudiera romper huesos con sus enormes mandíbulas.

Con la adrenalina en el cuerpo, pensaba que el día no podía darnos más sorpresas, cuando la radio sonó de nuevo: unos leones se estaban apareando en las cercanías. Después de unos momentos conduciendo por la sabana, James cogió el fusil y desapareció a pie entre la maleza para buscar a la pareja. Al principio sentí pánico por su seguridad, pero al retornar sonriente diez minutos después estaba claro que sabía muy bien lo que hacía, y los había encontrado. Unos momentos después éramos testigos de excepción de una de las maravillas de la naturaleza.

León y leona estaban estirados uno al lado del otro. Se les veía fatigados después de varios días sin comer dedicados a aparearse, y es que el rato que estuvimos allí (no más de veinte minutos) ¡lo hicieron unas tres veces!, pero siempre con el beneplácito de la leona. Sus actos amorosos eran cortos, de sólo unos segundos, pero intensos y con rugidos estrepitosos por ambas partes. ¡Una experiencia increíble!

brett horley safari singita sabi sands

Adicta de por Vida a los Safaris

De vuelta en el campamento no dejaba de mirar y remirar (aun lo hago a menudo) las fotos que habíamos tomada esa mañana sin poder creerme aun lo que habíamos presenciado en sólo unas pocas horas. ¿Había sido todo un sueño?

Por la tarde fui la primera en subir al todoterreno. Las piernas ya no me temblaban, de hecho esta vez era mi corazón el que tiritaba pero de emoción, bromeando con el ranger al oírle hablar por la radio “¿Estás hablando con los rastreadores o con los animales para que vayan preparando el show de la tarde?”

Con el sol casi poniéndose en el horizonte, el espectáculo volvía empezar. Jirafas galopando con su elegancia innata, manadas de búfalos caminando al unísono, elefantes con sus crías en abrevaderos, rinocerontes luchando por su territorio… y nosotros con asientos de primera línea.

manada elefantes cria sabi sands singita

Brett nos empezó a contar que hacía unos días que tres leones hermanos (el cuarto el Don Juan de la sabana de antes) habían cazado un búfalo y tenía curiosidad saber qué había sido de ellos. Giro de volante y nos dirigimos hacia donde creía poder encontrarlos. Sabía perfectamente por dónde ir, era como si la sabana tuviera calles y se las conociera todas de memoria. Un fuerte olor llenaba el ambiente, nos estábamos acercando. Y efectivamente, allí estaban, dos jóvenes leones en su segundo día de festín mientras docenas de buitres esperaban su turno en los árboles de alrededor. Lo tenían difícil, los hermanos se habían propuesto no dejar ni rastro del búfalo, haciendo turnos para ir a beber agua sin perderlo de vista.

 

Nos retiramos del lugar para estirar las piernas y descansar en ese glorioso paisaje. Sin darme cuenta, del 4×4 aparecieron mesa, manteles, copas de vino, cocktails y un delicioso aperitivo con una espectacular puesta de sol naranja como telón de fondo. Brindamos por todo lo visto y felicitamos a nuestros guías por el buen trabajo realizado. Continuamos nuestro safari, pero ahora a la luz de unos focos gigantes que iluminaban el camino y a los animales que nos íbamos encontrando por él. Otro mundo.

Cuando nos dirigíamos en dirección a nuestro campamento, algo totalmente improvisto, incluso para los guías, hizo que nos detuviéramos. Una hipopótamo con su cría se disponía a cruzar el camino y al vernos se pararon dudosos sobre qué hacer. Brett hizo marcha atrás y la madre dio paso a su cría y juntos se perdieron en la oscuridad. Aun no me explico cómo pero en la oscuridad James localizó un camaleón que acabó correteando por las manos de Jordi, pero esa es una historia para otro día.

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Aquella noche durante la cena sólo se hablaba de las experiencias que habíamos vivido. Todos coincidíamos en lo increíble que era el mundo animal, su crudeza, belleza y simplicidad. El ambiente en el boma, era fantástico. Nos lo estábamos pasando como nunca. Cuando creía que ya lo había visto todo, se me ocurrió mirar al cielo. Una inmensa luna llena era la estrella de la velada y las otras brillaban radiantes haciendo de coro. Ninguna cámara podía captar esa imagen. Así que cerré los ojos y preferí guardar esa instantánea en mi mente. A lo lejos, el rugir de un león puso la música de cierre. “¡Esto es África!”, sonreí.

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